Hay cosas que deberían ser sencillas de explicar, como el consentimiento que alguien te da o no para besos y más. Si aún hay dudas, te lo explicamos con mate.
- Primero, preguntá:
¿Viste que cuando sacás el mate y empezás a cebar, no vas por ahí metiéndoselo en la mano a cualquiera? ¡Obvio que no! Lo primero que hacés es preguntar: “¿Querés un mate?” Porque no es cuestión de andar embocándole yerba a todo el mundo sin saber si tienen ganas. Lo mismo pasa en cualquier situación. Antes de hacer algo con alguien, preguntás primero. No te mandes sin avisar. - El “no” es no, che:
Si te dicen: “No, gracias, no tomo mate” ¿Vos qué hacés? Respetás el no y seguís cebando para los que sí quieren. No andás insistiendo: “Dale, uno solo, no seas amargo”. Porque eso es de pesado, y nadie quiere ser el denso del grupo. Con el consentimiento es lo mismo: si te dicen que no, es NO, y no hay vuelta que darle. No te pongas a hinchar, porque no va. - Si te arrepentís, no pasa nada:
Capaz alguien te dice al principio: “No, no quiero mate”, pero al rato te sueltan un “Bueno, al final me tomo uno”. Y está todo bien, porque el mate es así, se comparte cuando pinta. Lo mismo con el consentimiento: si al principio alguien te dijo que sí, pero después se arrepiente y te dice que no, respetás el cambio de opinión. No te pongas en modo terco, que el sí o el no pueden cambiar y es lo más normal del mundo. - El ritmo del mate es como el consentimiento:
Hay gente que se toma el mate en dos sorbos y otros que se lo toman como si fuera té, despacito y con paciencia. No importa cuánto tarde cada uno, respetás el tiempo de cada cual. Lo mismo pasa con el consentimiento: cada persona tiene su ritmo para decidir. No apurés, no presionés. Si uno necesita más tiempo para decirte si quiere o no, dejá que se lo tome con calma, como el mate bien cebado.
Hay quien no toma mate
A veces, en una ronda de mate, hay alguien que no toma. No le gusta, le hace mal, le da acidez o simplemente no tiene ganas. No lo vas a ver a todo el grupo persiguiéndolo con el mate diciéndole “Dale, tomá uno, no seas gil” (bueno, esperemos que no). Lo mismo con el consentimiento. No hay que meter presión. Cada cual elige si quiere o no, y listo, no se lo carga ni se lo hace sentir mal. ¡Nada de obligar a nadie a nada!
Y por último, hay momentos en que aunque te pongan el mate enfrente, o eso parezca, tú debes decir que no.
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